miércoles, 26 de septiembre de 2012

Crónica de Las Máscaras de Nyarlathotep. Capítulo primero: Nueva York. Tercera sesión



Mañana del lunes 19 de enero de 1925, Nueva York.

Con Steven “Bull” Connor corriendo desquiciado por las calles de Harlem, y el detective Rivers y el doctor Fowley en el coche, el joven Matthew Jackson-Walker esperó en la Casa del Ju-Ju la aparición de la policía, a la que habían avisado como buenos ciudadanos que eran. Mientras echaba constantes miradas al interior de la tienda, temiendo lo que podía surgir de aquel maldito sótano, el filántropo no podía dejar de pensar en el terrible rostro que comenzaba a mostrar la aventura que originalmente había pensado que sería una agradable visita cultural a algunas de las maravillas del mundo antiguo. A pesar de la ruptura con su tranquila existencia anterior, el joven filántropo decide que todo lo que están descubriendo él y sus compañeros es de una importancia extrema para el mundo entero, y debe continuar en el camino dispuesto ante él, reforzada su fuerza de voluntad por el firme convencimiento de que está ante la aventura de su vida.

La policía hace acto de presencia

Cuando al fin llegó el primer coche patrulla, Matthew puso a los agentes al día de lo sucedido, omitiendo los aspectos más rocambolescos, a pesar de lo cual los agentes no pudieron evitar cruzar una mirada de incredulidad. Preguntado por el dueño de la tienda, el joven sólo puede dar vagas indicaciones de lo sucedido, como tras varias conversaciones Silas N’Kwane le invitó al sótano de su tienda, y como una vez allí varios hombres, aparentemente afectados por algún tipo de rabia, se les echaron encima y se hicieron con el desdichado Silas antes de que Matthew les derribara a tiros. Los agentes, poco satisfechos con las explicaciones, decidieron echar un vistazo… una decisión letal, puesto que fuera lo que fuese que había en el pozo que Steven Connor había destapado, seguía allí abajo con sus ansias homicidas intactas. Con un policía muerto y otro gravemente afectado, nuevos refuerzos hicieron su aparición y Matthew fue escoltado a la comisaría del distrito.

Allí no sólo se le requisó el arma, sino que mantuvo una nueva conversación con el detective Poole, encargado de investigar la muerte del señor Elías. Éste le informó de que la investigación no avanzaba demasiado rápido, pero que el señor Jonas Kensington, editor de Jackson Elías, había aportado interesantes notas manuscritas y recortes de periódico del señor Elías, que esperaba pudieran arrojar algo de luz sobre la investigación. Ante el interés mostrado por el joven, y teniendo en cuenta la ayuda aportada con anterioridad, el detective se compromete a informarle en cuanto la policía haya terminado con los documentos, para que pueda echarles un vistazo.

Mientras tanto, a media ciudad de distancia, Alfred O’Sullivan, el escritor en ciernes, se dirige a la casa del Doctor Mordekai Lemming, montado en su fiel bicicleta. Al llegar al edificio de apartamentos, descubre preocupado que no responde nadie al telefonillo, a pesar de que el portero le ha informado de que el Doctor no ha abandonado el edificio. Tras esperar un rato a la intemperie, y a base de fuerza de voluntad, consigue contactar con el excéntrico Doctor, que le invita a pasar a su casa, un espacio pequeño y repleto de libros de todos los temas imaginables, fundamentalmente relacionados con la antropología. La charla deja al joven confundido; contaba con encontrarse con una autoridad en materia de sectas africanas que le ayudara a profundizar en los conocimientos adquiridos, y sin embargo se encuentra con callejones sin salida y referencias sin interés. Así y todo, consigue descubrir que la etnia Nandi, responsables de la muerte de Jackson Elías, tienen relación con otra etnia keniata, los Kikuyu, y que cuentan con una religión animista con deidades que se repiten, en una forma u otra, a lo largo y ancho del África subsahariana, principalmente Nyambé/Mulungu, una suerte de dios supremo.

Con tan escaso bagaje bajo el brazo, Alfred se dirige a la casa del Matthew Jackson-Walker, donde se reúne de nuevo todo el equipo, excepto el enloquecido Steven Connor, que se encuentra hospitalizado en espera de que termine el brote psicótico que le indujo lo sucedido en el sótano de la Casa del Ju-Ju. La doctora Zimmerman relató su encuentro con el profesor Cowles y los interesantes hallazgos sobre sectas africanas, así como la posible conexión australiana, y escuchó con horror el relato de lo acaecido en el sótano maldito, mientras el grupo trazaba planes para continuar la investigación. Owen Rivers y el doctor Fowley presentan los objetos que pudieron rescatar de la cámara bajo la Casa del Ju-Ju, que parecen abrir más incógnitas de las que cierran: un cetro con extrañas runas, que el joven Alfred reconoce como escritura swahili; una placas con extrañas runas, que nadie parece poder desentrañar; una capa de plumas; unas garras de tigre, que pueden acoplarse a una muñeca humana, en las que el detective Rivers descubre para horror de todos restos de sangre, aparentemente humana; un cuenco con runas y signos de origen desconocido; y una extraña máscara, tallada también con distintas runas, y en la que aparecen representadas cuatro criaturas de formas extrañas: una serie de esferas flotando en el aire, dos seres sin una forma clara, y un hombre barbudo cuyas facciones resultan irreconocibles.

Decidido a continuar con la investigación empezada por su amigo Jackson Elías, Matthew toma una decisión: el grupo debe dirigirse a Londres, siguiendo los pasos de la expedición Carlyle y de la investigación de Elías. Así pues, reserva billetes para todos en el primer transatlántico que realizará la ruta Nueva York-South Hampton después del juicio de Owen Rivers, que resulta ser el propio Mauritania que llevó al difunto Elías de vuelta a Estados Unidos. Aunque el  barco no partirá hasta el día 20 de febrero, los próximos días son de un trajín excepcional, puesto que todavía queda mucho por hacer antes de partir mientras los compañeros tratan de atar todos los cabos posibles y descubrir todo lo posible sobre Elías, la expedición Carlyle y las misteriosas sectas africanas que parecen estar detrás de todos los terribles acontecimientos vividos.

En primer lugar, Alfred va a visitar al editor de Jackson Elías, Jonah Kensington, quien le dice que ya ha facilitado a la policía una carta que el periodista le había enviado desde China y unas notas que le había enviado desde Nairobi. Alfred le acaba sonsacando que tiene un segundo juego de notas, enviado desde Londres, pero que es reticente a mostrarlo debido a lo incoherente e inconexo de las mismas, puesto que teme que manchen la memoria de su amigo y escritor. Afortunadamente, Alfred le persuade de que le deje echarles un vistazo argumentando que es la mejor forma de detener a los asesinos de Elías. Además, Kensington facilita al joven escritor los nombres de dos contactos londinenses de Jackson Elias: el periodista Mickey Mahoney y el Inspector James Barrington, de Scotland Yard.

Rivers y Mathew vuelven a visitar al detective Poole y le convencen para que éste les muestre las notas que le diera Kensington.

Rivers habla con su agencia para que envíen a otro detective a buscar a Mukunga en Harlem, pero éste desaparece. El día anterior a su desaparición había dicho en la agencia que iba a ir a investigar a un antro conocido como el bar de Mabel la Gorda, por los investigadores deciden que harán una visita al local.

Mientras tanto, el joven Alfred visita la Universidad de Nueva York para hablar con el profesor Patrick Dowle III, experto en filología africana, quien le desvela que las letras del cetro que encontraron dicen “Nyambe, tu poder es mío”; y la Doctora Zimmerman busca sin éxito nuevas pistas en la biblioteca.

En el bar de Mabel la Gorda nadie quiere hablar del detective desaparecido, pero finalmente el Dr. Fowley consigue que la propietaria le pase discretamente la dirección de Mukunga (en la Calle 129, East Side) en un posavasos, aunque el psiquiatra comete la temeridad de dejarle una tarjeta de visita.

Alfred y la Dra. Zimmerman visitan la biblioteca de la Universidad Miskatonic y consultan al profesor Jonathan Harris, encontrando oscuras informaciones sobre tres sociedades secretas egipcias: la Hermandad del Faraón Negro, los Hijos de la Esfinge y los Hijos de los Mamelucos. Las dos primeras son dos sectas relacionadas, aunque la segunda parece haber desaparecido hace mucho tiempo. La tercera parece ser un grupo secreto dedicado a combatir a estas sectas y a encontrar y destruir libros malditos.

Dos estudiantes consultan los archivos de la Universidad Miskatonic

Tras varias llamadas telefónicas, Matthew consigue concertar una cita con Erica Carlyle, la hermana del desaparecido Roger Carlyle, a través de su abogado, Bradley Grey. Todos los investigadores se presentan en la Mansión Carlyle, pero la anfitriona sólo acepta recibir al joven diletante, quien no consigue persuadirla de que les ayude en la investigación. Erica parece querer dejar atrás todo lo relacionado con la muerte de su hermano y niega estar en posesión de ningún libro de ocultismo, tal y como afirman las notas de Jackson Elias.

Los investigadores vuelven a Nueva York sin saber muy bien cuál será su siguiente paso. Aburrido en su propia mansión, Matthew decide echar un vistazo a los objetos que encontraron en el sótano de la Casa del Ju-Ju y juguetar con ellos. Le parece una idea divertida ponerse la máscara, pero para su sorpresa, ésta se adhiere a su cara y no se la puede quitar. Tras unos segundos de forcejeo, Mathew tiene una visión: se trata de una entidad de inmenso poder, un dios cuya mera existencia atenta contra la cordura y la realidad misma. Un ser aparentemente compuesto por esferas flotantes, puesto que la forma carece de sentido en el lugar de donde viene. Enfrentado a tan inaprehensible horror, Matthew enloquece.

Aberración incognoscible

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