martes, 16 de octubre de 2012

Crónica de las Máscaras de Nyarlathotep. Capítulo dos: Londres. Primera sesión: Una serpiente en el Soho.

Londres, domingo 8 de Marzo de 1925.

Tras una travesía algo accidentada por el Atlántico (las tormentas son frecuentes en esta época del año), el Mauretania atraca en el puerto de Southampton a las 12 del mediodía. Puesto que los investigadores habían llevado los coches de Mathew y el Doctor Fowley, apenas tardaron una hora y media en llegar al corazón de la City londinense. Incluso los neoyorquinos quedan impresionados por el tamaño y la majestuosidad de la ciudad del Támesis, indiscutible capital del mundo civilizado.

Londres, la ciudad más grande del mundo
Poco después de llegar, dan con un buen hotel en Victoria Street, convenientemente cerca de Scotland Yard. Una vez instalados, toman un almuerzo tardío en el hotel mientras planean su siguiente paso. Deciden tomar el metro para ir a visitar la Fundación Penhew, sufriendo en sus carnes las elevadas tarifas del suburbano londinense y lo complicado del sistema monetario británico (¿no podrían tener centavos?).

Desgraciadamente, la Fundación cierra los fines de semana, por lo que sólo encuentran una puerta cerrada y sendos letreros indicando los horarios de apertura de las oficinas y de la exposición, siempre de lunes a viernes. Contrariados, deciden probar suerte en The Scoop, la publicación en la que trabaja Mickey Mahoney, el periodista del que les habló Jonah Kensington.

Para su fortuna, el periodista se encuentra en las oficinas de la revista, que resultan ser bastante pequeñas (se diría que Mahoney es el único que trabaja en ella). El irlandés se muestra apenado por la muerte de Jackson Elias y les enseña tres recortes que habían interesado mucho al autor. Uno de ellos hace referencia a un pintor de cuadros grotescos que vive en el Soho, otro a una serie de crímenes conocidos como "los asesinatos egipcios" que han estado teniendo lugar por toda la ciudad, y el tercero, a otras muertes violentas que han estado sucediéndose en el pueblo de Lesser-Edale, en Derbyshire.

Los investigadores deciden repartirse el trabajo: Alfred y Rupert irán a ver al pintor, un tal Miles Shipley; mientras que Rivers y la Dra. Zimmerman irán a Scotland Yard a hablar con el Inspector James Barrington, qeu además de ser el otro contacto londinense de Jackson Elias, resulta ser el responsable de la investigación de los asesinatos egipcios; y el anciano Dr. Fowley decide quedarse en el hotel descansando, en compañía del trastornado O'Connor, que, de todas formas, no es de mucha ayuda con su nueva personalidad de pacífico filólogo.

Alfred y Rupert llegan a la casa de Shipley y convencen a la madre de éste, Berta, para interrumpir el trabajo del pintor haciendo una visita a su estudio, con el pretexto de que quieren comprar una de sus obras. Suben a la buhardilla y allí encuentran al desquiciado escritor, que les muestra sus pinturas. La pequeña exposición pone a prueba la cordura de los investigadores, además de hacerles sospechar que tiene algún tipo de relación siniestra con su, investigación, puesto que una de las pinturas muestra a una bestia que reconocen como el Dios de la Lengua Sangrienta siendo adorada por sus sectarios en una montaña en medio de la savana africana, y otra de ellas, el interior de la mansión de Mathew. Acribillan al pintor a preguntas y éste les dice que tiene ésas visiones en sueños, y que se limita a pintar lo que ve, pero se pone nervioso cuando intentan indagar en cómo empezó a tener esas visiones. Compran el cuadro de la Lengua Sangrienta y siguen con sus preguntas, que la señora Shipley interrumpe sugiriendo a su hijo que les muestre el otro cuadro. El artista parece reticente, pero la anciana y los investigadores insisten, por lo que finalmente cede y hace pasar a sus clientes a un pequeño trastero que se encontraba cerrado con un candado y en el que se encuentra un lienzo tapado con una sábana. Shipley descubre el cuadro, revelando la imagen de un antiguo altar levantado en una pequeña isla en medio de una ciénaga infestada de serpientes. Mientras Rupert y Alfred la miran, la imagen parece cobrar vida, la hierba comienza a mecerse con el viento y las serpientes a moverse lentamente. El dúo trata de fijarse en los detalles, en busca de alguna pista importante, y un instante después se dan cuenta, para su sorpresa y horror de que se encuentran en medio de ese altar, rodeados por un pantano lleno de serpientes, y no hay ni rastro del cuadro ni del trastero en el que estaban. En el suelo reconocen, ahora sí, unos símbolos místicos que hacen referencia a Yig, padre de las serpientes, un antiguo dios adorado por los hombres serpiente que poblaron la tierra milenios antes de la aparición de los humanos.

La isla al otro lado del cuadro de Shipley

Mientras tanto, la Doctora Zimmerman y Rivers visitan al inspector Barrington en Scotland Yard, pero éste, aunque reconoce que Jackson Elias estuvo hablando con él sobre los asesinatos egipcios y le dijo que sospechaba que una secta llamada la Hermandad del Faraón Negro estaba detrás de ellos, se niega a revelar más detalles sobre su investigación, argumentando que es información reservada.

De vuelta en la isla, Alfred y Rupert buscan la forma de salir de la misma con vida. Tras encontrar restos secretos de sangre en las rendijas del altar, el mayordomo decide hacerse un corte en la mano para ver si se produce algún efecto mágico al caer la sangre sobre la piedra, pero no pasa nada. Entonces se le ocurre improvisar una antorcha con su bastón y parte de su chaqueta, para tratar de ahuyentar a las serpientes con el humo mientras cruza el pantano protegiéndose las pantorrillas con las mangas de la chaqueta atadas con sus cordones. Milagrosamente, el plan sale bien, pero al lanzarle el bastón a Alfred para que lo intente él, falla el tiro y el bastón cae al agua. Aun así, Alfred intenta la maniobra de la chaqueta mientras Rupert trata de distraer a las serpientes con un palo desde la otra orilla. Desgraciadamente, el joven escritor no tiene tanta suerte como el mayordomo y es mordido por una serpiente. Su débil organismo no es capaz de resistir el veneno y se desploma antes de llegar a la orilla ante la horrorizada mirada de su compañero, que ve cómo decenas de pequeñas serpientes se abalanzan sobre él.

En Londres, la doctora y el detective regresan al Hotel Victoria, donde les esperan el médico y el mercenario loco. Todos se extrañan de que sus compañeros tarden tanto, pero deciden esperar de momento.

Rupert, ahora solo, decide subir a lo alto de una loma para echar un vistazo. Desde allí ve una ciudad amurallada de piedra, y resuelve encaminarse hacia ella, pero de camino se topa con un caminante solitario que resulta ser un hombre serpiente. Tras el espanto y la sorpresa inicial por ambas partes, se inicia una lucha a garrotazos y dentelladas que acaba con el ofidio con el cráneo partido y el mayordomo robándole todas sus pertenencias antes de volver por donde había venido. Por suerte, no parece haber testigos. De vuelta al pantano, se encuentra con un grupo de hombres serpiente que están sacando el cadáver del pobre Alfred del agua. Al verle, comienzan a perseguirle lanzándole jabalinas y hechizos, pero forzando su cuerpo al límite, logra dejarlos atras.

En el Hotel Victoria, se agota la paciencia y se empieza a temer lo peor, por lo que la doctora y el detective dedicen visitar la casa de Shipley. La anciana trata de engañarlos diciendo que sus amigos se fueron a buscar dinero en efectivo para pagar un cuadro y nunca volvieron, y se niega a abrirles la puerta, pero ante la insistencia y las amenazas del detective, finalmente abre la puerta. Aparece Miles en pijama y su madre trata de convencerlos para que suban a ver el cuadro del desván, pero los investigadores saben que ahí pasa algo raro y de pronto se fijan en que la sombra de Berta Shipley no es la de una anciana, sino la de una bestia con cabeza de serpiente. Rivers desenfunda y la vieja parece intentar hipnotizarle para que dispare a su compañera, pero no tiene éxito. La doctora desenfunda también y ambos abren fuego. Al disparar a la mujer, ésta cobra su verdadera apariencia: la de un hombre serpiente, y ataca a Rivers con una aguja de hacer ganchillo, pero éste la esquiva. Finalmente, la serpiente es abatida y el pintor, que intenta propinar un puñetazo a la doctora por la espalda, recibe un tiro en el estómago. Al interrogar al herido, éste revela que el hombre serpiente, de nombre Ssathasaa, es el que le ha estado proporcionando las visiones que inspiran sus obras. Les cuenta que sus compañeros desaparecieron en el interior de un cuadro e intenta engañarles diciéndoles que la magia de éste sólo funciona gracias a un ritual que hacía Ssathasaa, pero los investigadores se percatan de que miente. En una habitación secreta del sótano, descubren varios libros y redomas, así como restos humanos. Llaman al doctor para que venga a atender al herido, pero la policía llega antes, alertada por los disparos. Junto a los perplejos Bobbies (hay un hombre serpiente muerto en el recibidor) inspeccionan la colección del ático y Rivers fotografía todos los cuadros (salvo el del trastero, puesto que está cerrado). Después, son llevados a comisaría, donde se les interroga y se requisa la pistola a la doctora, que no tiene permiso de armas y tendrá que vérselas con la justicia británica por su infracción.

La mítica comisaría de Scotland Yard. Ya van dos visitas, y sin duda habrá más.
 En la tierra de los hombres serpiente, Rupert se oculta de una nueva partida de caza que han enviado en su busca. Finalmente logra darles esquinazo, pero está cansado, malherido y hambriento. Mientras la noche cae en ese extraño lugar, se pregunta si podrá volver alguna vez al mundo que le vio nacer.



2 comentarios:

  1. Te faltó añadir el mítico "Mientras tanto miles de años atrás en el tiempo..."

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  2. No creas que no lo pensé, pero al final me decanté por la opción seria.

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