jueves, 20 de diciembre de 2012

Crónica. Capítulo 2: Londres. Sesión 4: Masacre en el Soho (segunda parte)

Jueves 12 de marzo de 1925

Los investigadores son despertados por la llamada del inspector Barrington, que se ha enterado de las muertes de los sectarios de la noche anterior y quiere que los investigadores vuelvan a Scotland Yard para darle explicaciones. Ellos repiten su versión de la noche anterior y consiguen persuadirle de que la colaboración entre la Fundación Jackson-Walker y Scotland Yard puede ser de gran ayuda para encontrar a los asesinos, por lo que el inspector revela por fin la información de que dispone sobre los asesinatos egipcios, a saber:
  • Elias le dijo que los asesinatos seguían el ritual de la Hermandad del Faraón Negro, una secta criminal del Egipto antiguo. Barrington se entrevistó posteriormente con Edward Gavigan, de la Fundación Penhew, para corroborar el relato pero éste negó que la secta tuviera continuidad en nuestros días o que el método utilizado para asesinar imitara los del antiguo ritual, sugiriendo de paso que Elias era un escritor sensacionalista que sólo quería obtener notoriedad.
  • Uno de los lugares favoritos de Londres para encontrar ambiente egipcio es el club La Pirámide Azul, en el Soho. La mayoría de las víctimas lo habían frecuentado pero tras vigilarlo ampliamente, la policía no pudo encontrar ninguna relación.
  • Antes de morir, una de las víctimas parece que gritó “¡Hotep!”, una antigua palabra egipcia que quiere decir “descanso” o “paz”, según Edward Gavigan. 
  • Se interrogó a un vendedor de especias llamadoTewfik al Sayed que había hecho de guía para una expedición a Egipto de la Fundación Penhew, y que también negó la existencia actual de la Hermandad del Faraón Negro. Se le siguió durante una temporada, también sin resultados.
También les dice que el dueño de la Pirámide Azul es un tal Abdul Nawisha, y que sospecha, por la descripción, que el hombre al que vieron allí podría ser Tewfik, cuya dirección facilita a los investigadores a solicitud de éstos.

Al salir por enésima vez de la comisaría, los investigadores deciden dividirse. Connor va al registro de propiedad a buscar todas las propiedades de Edward Gavigan, y descubre que, además de su piso en Mayfair, posee un edificio de viviendas de clase baja en un barrio industrial del sur de Londres y parte de unas minas de carbón en Gales. El detective Rivers visita la hemeroteca, y allí encuentra artículos sobre el nombramiento de Gavigan como director en 1920, que cuentan cómo logró gracias a su inteligencia y a la obtención de becasm labrarse un futuro y hacer fortuna, pese a su origen humilde. Rita telefonea a un contacto suyo en la embajada, al que pide armas para ella y sus compañeros; éste le dice que puede conseguirle sin problemas varias armas cortas y, tal vez, un rifle de caza. El doctor Foley va al Bank of America a comunicarse con su sucursal de Nueva York para que le permitan sacar más dinero; le dicen que el proceso tardará unos días. La Doctora Zimmerman visita el Museo Británico, en parte por placer y curiosidad profesional, y en parte para consultar sus archivos en busca de alguna conexión entre las pirámides de Dashur y el Faraón Negro, pero no encuentra nada sobre eso.

Más tarde, se reúnen todos de nuevo en el Hotel Victoria y el detective y la doctora deciden visitar la tienda de Tewfik. Por desgracia, la tienda cierra a las 17:00, y ellos llegan media hora más tarde. No parece haber nadie en el interior y, aprovechando que tampoco hay nadie por la calle, Rivers saca su juego de ganzúas y abre la cerradura. Sin embargo, tan sólo un par de segundos después de cruzar el umbral, siente un gran dolor que le atenaza el pecho y el terror le invade. Estando el detective claramente indispuesto y la doctora alarmada, deciden retirarse al hotel e informar a sus compañeros. Mientras el doctor atiende al detective, sus compañeros deciden armarse y hacer otra visita al comerciante de especias, esta vez con intenciones violentas.

De vuelta en la tienda, se encuentran con la puerta otra vez cerrada. Afortunadamente, la doctora consigue abrirla con sus escasos conocimientos de cerrajería. Rupert cruza el umbral y esta vez no ocurre nada. Revisan la tienda, pero allí no parece haber nada de interés. Lo que sí hay es unas escaleras que suben hasta una puerta cerrada, tras la cual se oyen las voces de varios hombres. Mientras sus compañeros hacen ruido para atraer a los ocupantes de la primera planta, rita sale a vigilar la puerta, y ve cómo dos hombres se bajan de uno de los coches que han estado siguiéndolos estos días y corren hacia la puerta. Vuelve antrar dentro, seguida por los dos hombres y se inicia una reyerta en la tienda a la que no tardan en unirse otros dos matones salidos de la planta superior. Sin embargo, la pelea no dura mucho, pues pronto las armas de fuego vuelven a dejar patente su superioridad frente a los bastones de la secta.

Rupert oye a alguien correr hacia la parte superior y sube a toda prisa, a tiempo para ver a un hombre saliendo por una de las ventanas traseras. Le pega un grito a Connors y éste da la vuelta a la casa para perseguir al sujeto por la calle, mientras él le dispara con su escopeta por la ventana. El hombre, a quien Connors reconoce como Tewfik, se gira y lanza un sortilegio que castiga la ya maltrecha mente del mercenario, causándole un ataque de pánico que le impide parar de gritar. Por fortuna, el mayordomo logra abatir al hechicero con su segundo disparo desde la ventana, impactándole en pleno pecho.

Mientras tanto, sus compañeras registran el piso superior, encontrando tan sólo dos cosas de interés: un escritorio de persiana cerrado que Rita no consigue forzar y un espejo de decoración extraña y sutilmente asimétrica.

Rupert registra el cadáver de Tewfik, pero no parece llevar nada de interés. Mientras tanto, su compañero sigue gritando descontroladamente y empiezan a oirse sirenas a lo lejos, por lo que intenta noquearlo primero con la culata de la escopeta y luego con los puños, esta vez con éxito.

Mientras el mayordomo lleva a rastras al soldado hasta el coche, sus compañeras oyen también las sirenas. Rita vuelve a intentar, sin éxito, abrir el escritorio. A la doctora, por su parte, le habría gustado poder llevarse el espejo, pero, ante la imposibilidad de hacerlo, decide tirarlo al suelo, haciéndolo añicos. De sus restos salen chispas y un extraño humo que impregna la habitación de un olor parecido al del azufre. La arqueóloga prefiere no mirar atrás mientras huye del lugar.

En su huida, los investigadores arrojan la escopeta y la Luger al Támesis, y Rita y Rupert deciden visitar la Pirámide Azul mientras la doctora lleva a Connor al hotel. Al aparcar frente al hotel, intenta sedarlo con una jeringuilla del botiquín del propio soldado, pero no acierta en la vena y sólo consigue que grite más fuerte. Un botones se acerca al coche y la doctora le pide que avise al doctor, que rápidamente se hace cargo de la situación y administra al paciente una buena dosis de morfina.
Abdul Nawisha

En la Pirámide Azul, Rita pregunta por el dueño mientras Rupert intenta interrogar a las bailarinas. El dueño, Abdul Nawisha, se muestra algo maleducado y cínico, diciendo que lo que ocurre fuera de su local no le incumbe, y que tiene mucho trabajo como para preocuparse por asuntos que no le conciernen. Rita insiste, y Nawisha llama a uno de sus porteros para que la escolte hasta la salida. Por su parte, las bailarinas parecen asustadas ante las preguntas de Rupert y se niegan a decir nada, por lo que finalmente el mayordomo decide marcharse también.

Cuando se dispone a pedir un taxi, se da cuenta de que alguien le ha seguido hasta fuera del local. Se gira alarmado, pero en lugar de sectarios con bastones se encuentra con una hermosa joven que reconoce como una de las bailarinas del local. La muchacha se presenta como Yalesha y dice que le oyó hablar con las otras bailarinas y que tiene información importante para él. Como nunca se sabe quién puede estar escuchando, Rupert le dice que le acompañe hasta su hotel. Allí, la joven le cuenta que su novio murió a manos de la secta y quiere vengarle, y que aproximadamente una vez al mes, un camión aparca cerca del club y a él suben hasta dos docenas de clientes encabezados por Tewfik. Esos viajes siempre coinciden con desapariciones de gente que no vuelve a ser vista más.
Yalesha

Tras despedir a la joven, Rupert decide revolver la habitación y montar una escena diciendo que les han vuelto a llevar y que se han llevado la Luger (que la policía había tenido ocasión de ver y examinar). Se dirigen a comisaría a poner una denuncia y se topan con un furioso y suspicaz Barrington, que exige que se presenten al día siguiente todos los miembros de sexo masculino de la expedición para una rueda de reconocimiento, puesto que los vecinos afirman haber visto a dos hombres. Preocupados por lo que podrá suceder en la rueda de reconocimiento, los investigadores se van a dormir.


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