viernes, 22 de marzo de 2013

Crónica. Capítulo 3: El Cairo. Sesión 3: Los horrores de las profundidades

Tarde del sábado 11 de abril de 1925

Mientras el Doctor, Rita y Bishop van a visitar la nueva tienda de Faraz Najir, la Doctora decide volver al museo a seguir consultando el Kitab Al Azif y Rivers vuelve al Boletín de El Cairo a terminar de revelar sus fotos.

Gracias a las nociones de orientación de Bishop, no tardan mucho en dar con la calle de los Alfareros, en la que se encuentra el establecimiento de Najir, rodeado de talleres de cerámica. Cuando los investigadores mencionan a Roger Carlyle, al tendero se le salen los ojos de sus órbitas y niega tener ninguna relación con él. Cuando insisten, les amenaza con una cimitarra enjoyada, y, ante su negativa de abandonar la tienda, grita que le están robando y pide auxilio a las gentes del mercado, que irrumpen en el local propinando golpes, empujones y escupitajos a los investigadores, echándolos a la calle.

Faraz Najir
Camino a la comisaría para denunciar el ataque, Bishop se percata de que le han robado la cartera en la trifulca. Comunican a la policía lo sucedido y piden que se les permita un careo con Najir a la mañana siguiente. Tratándose de occidentales educados y aparentemente acomodados, la policía accede sin reservas. Tras la comisaría, Bishop visita la embajada británica para conseguir un salvoconducto que sustituya al pasaporte robado.

De vuelta al hotel, los investigadores deciden cenar bien y acostarse temprano.

Domingo 12 de abril de 1925

 A la mañana siguiente, Bishop descubre que alguien ha metido una nota por debajo de su puerta. La nota dice "El infiel recto y el buen mahometano se encuentran el la gracia del Profeta". Se la muestra a sus compañeros y deciden preguntar en recepción por algún lugar llamado "la gracia del Profeta". Les informan de que es un restaurante que está cerca del hotel, en el mismo distrito de Ezbekiya. Deciden ir allí a desayunar.

Una vez en La gracia del Profeta, miran a su alrededor para ver si alguien se está fijando en ellos. Parece que el dueño del local no les quita ojo. Le envían una nota a través del camarero y él les hace llegar otra con una dirección y una hora: las seis de la tarde. Fijada la cita con quien ellos suponen es un representante de los Hijos de los Mamelucos, los investigadores van a la comisaría a entrevistarse con Faraz Najir.

En un principio, el anticuario se muestra tan poco comunicativo como el día anterior, pero los investigadores le convencen del peligro que supone para su vida la Hermandad del Faraón Negro y de que ellos pueden combatir a esta secta, y logran que revele que vendió unos objetos relacionados con el Faraón a Warren Besart, el agente de Roger Carlyle, pero que nunca vio al joven diletante. Ante la insistencia de los investigadres, y tras exigir la jugosa cifra de veinte libras, reconoce que robó los objetos a Omar Shakti por encargo de Besart, y afirma que se dice que el terrateniente es el sumo sacerdote de la Hermandad. Comenta también que ha oído que los sectarios están tratando de robar algo que se guarda en la Mezquita de Ibn Tulun -Bishop ya había leído algo al respecto en un diario en lengua árabe-, y que no cejarán hasta conseguirlo.

Tras despedirse del tendero, los investigadores deciden visitar al Dr. Ali Kafour en el Museo Egipcio y preguntarle su opinión sobre el asunto de la mezquita. Tras reflexionar durante unos segundos, el conservador dice que podría tratarse del Cinturón de la Reina Nitocris, que, por lo que él sabe, está en poder de los Hijos de los Mamelucos. Cree que podría ser necesario para llevar a cabo el ritual para resucitar a la reina.

El patio de la Mezquita de Ibn Tulun

Desde allí se dirigen a la Mezquita de Ibn Tulun, pero el único ulema con el que consiguen hablar, aunque está al tanto del intento de robo y ha oído los rumores que circulan sobre la implicación de la secta -e incluso parece darles crédito-, afirma que no tiene la menor idea de qué podría interesarles tanto dentro de la mezquita. Todo lo que allí se guarda está consagrado a Alá o no tiene ningún valor, dice. Bishop le pide que hable con sus hermanos y les diga que ellos saben lo que la Hermandad pretende y pueden ayudarles a frustrar sus planes. Si alguno de ellos sabe algo, puede ponerse en contacto con ellos a través del Dr. Alí Kafour del Museo Egipcio.

Sin pasar por el hotel y comprando algo de comida en un puesto callejero, los investigadores toman el tranvía a Giza para visitar de nuevo la pirámide de Menkaure, esta vez con la intención de entrar en la cámara secreta en la que se hallaron los supuestos restos de la Reina Nitocris. Tras regatear un rato con el teniente al mando de la pequeña guarnición apostada allí, consiguen que les permita entrar a cambio de cinco libras.

A simple vista, la cámara parece completamente vacía y carece de interés, pero tras una inspección detallada, el Doctor encuentra un pasaje secreto que desciende hasta un ancho túnel que parece aún más antiguo que la propia cámara funeraria.

Apenas han avanzado unos metros por el túnel cuando aparece a la carrera un nutrido grupo de enemigos para darles la bienvenida. Cuando están lo suficientemente cerca como para que  los ilumine la lámpara de gas, se dan cuenta de que no son humanos, o al menos no del todo.

No miraría a aquellos seres que avanzaban. Lo decidí desesperadamente al oír el crujir de articulaciones y el resollar nitroso por encima de la música de los muertos y las pisadas de los muertos. Era misericordioso que no hablaran..., pero, ¡Dios mío!, sus locas antorchas empezaban a arrojar sombras sobre aquellas tremendas columnas. Los hipopótamos no deberían tener manos humanas, ni portar antorchas..., y los hombres no deberían tener cabeza de cocodrilo...
H.P. Lovecraft, Encerrado con los faraones
La psique del Dr. Foley no es capaz de soportar la visión de tales aberraciones y el anciano sufre un vahído. Ante el decidido avance de las bestias y la inoportuna indisposición de su compañero, Rita y Bishop deciden emprender la retirada, pero abren fuego sobre las criaturas para cubrir su huida. Tras comprobar que sus armas son efectivas contra los seres y que éstos son más lentos que ellos, deciden seguir disparando mientras retroceden, de modo que al final son ellos los que persiguen al único superviviente, un engendro con cabeza de chacal, al que dan caza pronto. Sin embargo, al llegar a la altura en la que cayó el Doctor, descubren, para su desesperación, que ya no está allí. Probablemente, piensan, se lo llevaron los seres que se quedaron atrás durante la refriega.

 En lugar de seguir avanzando por el túnel principal, deciden explorar un túnel secundario que pasaron de largo mientras perseguían al chacal. Éste es mucho más irregular que el principal, y parece sencillamente excavado en la roca. Al parecer también es bastante inestable, puesto que, tras avanzar unas decenas de metros, el techo se viene abajo y Rita, incapaz de apartarse a tiempo, es parcialmente sepultada por una pila de cascotes.

El piloto la ayuda a salir de allí y avanzan hasta el final del corredor, descubriendo que lleva hasta una salida cubierta por una losa de piedra. La apartan y salen a las ruinas de unas tumbas, a unos cincuenta metros al sur de la pirámide de Menkaure, por la que entraron. Con Rita herida y sin apenas munición, deciden regresar a El Cairo para armarse mejor, recibir asistencia médica y pedir ayuda a Rivers para volver e intentar liberar al Doctor.

Horas más tarde, regresan a Giza junto al detective, con mejores armas y equipo de supervivencia, y entran a los túneles por el nuevo acceso que descubrieron. Los cadáveres de las criaturas siguen donde los dejaron y el detective les hace unas cuantas fotos. Los tres investigadores se adentran en el laberinto de túneles, mientras Rita marca con su barra de labios cuáles toman y cuáles pasan de largo y Bishop trata de dibujar un mapa del lugar lo más fiel posible.

Cuando ya se han internado unos cuantos centenares de metros, son asaltados por un nuevo grupo de seres híbridos, y dan muerte a todos salvo a un ibis, que escapa por uno de los túneles secundarios. Los investigadores van tras él y se encuentran, al doblar una esquina, con que había ido a reunirse con otros dos monstruos, que cargan contra ellos. Durante la refriega, pueden ver que se encuentran junto a unas celdas que los monstruos debían de estar guardando, y escuchan los gritos de socorro de dos hombres egipcios y del Doctor Foley, a quien el ruido del combate a despertado de su inconsciencia. Bishop recibe una cornada, pero de nuevo logran abatir a sus enemigos. 
Un par de ejemplos de seres con cabeza de animal

Liberan al doctor y a los dos hombres, quienes al parecer son mendigos de El Cairo raptados hace dos semanas por la Hermandad del Faraón negro. Indican a los mendigos el camino hasta la salida y siguen su camino, con los ánimos renovados por el rescate del Doctor y la muerte de tantas de aquellas abominaciones.

Tras un accidentado periplo por las profundidades (escalando paredes, cayendo en pozos, avistando figuras fantasmales...), llegan a una gran estancia guardada por unas cuantas bestias contra los que luchan a cara de perro haciendo uso de toda su artillería, pistolas: escopetas y el temible rifle mataelefantes de Bishop. Rita es herida de gravedad por el picotazo de un hombre halcón, pero finalmente logran acabar con todos los enemigos salvo por un pequeño grupo que se oculta entre las numerosas columnas de la sala y al que deciden ignorar.

Inspeccionan parcialmente la sala con la ayuda de un par de bengalas de Bishop, descubriendo dos tronos sobre un puente procesional que acaba en una pared junto a la que hay una estela, un enorme y oscuro agujero en la pared del fondo, y un altar sobre el que descansa un sarcófago. En el centro de la sala les parece ver el brillo de una superficie de agua y unas escaleras que descienden, pero no se acercan a comprobarlo. En el sarcófago encuentran lo que suponen es el cuerpo de la Reina Nitocris, que parece ser indestructible, o al menos resiste a sus intentos de quemarlo, acribillarlo y apuñalarlo. Dándolo por imposible, suben al puente procesional e inspeccionan los tronos y la esquela, a los que Rivers saca varias fotos. Detrás de esta última, descubren una puerta que da a un túnel secundario.

Aventurándose por el túnel, y tras otra serie de acontecimientos desagradables, acaban volviendo al túnel principal. Pese a que probablemente les quede mucho por explorar aquí abajo, deciden volver a la superficie y emprender el camino de regreso a El Cairo en medio de la noche, cansados y heridos, pero vivos.


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