miércoles, 30 de octubre de 2013

Crónica. Capítulo 4: Kenia. Sesión 3: hacia la montaña del Viento Negro

Noche del viernes 24 de abril de 1925

Los investigadores regresan a su hotel. Mientras el resto hace planes, la doctora se retira a sus aposentos porque dice no sentirse bien. Reciben una llamada de la recepción diciendo que un hombre llamó preguntando por ellos esa misma tarde y ha dejado su número para que contacten con él. El detective Rivers llama y habla con un hombre que dice ser un periodista interesado en los mismos asuntos que ellos están investigando. Acuerdan citarse a la mañana siguiente en el bar del hotel.

Sábado 25 de abril de 1925

Mientras los demás se quedan en el hotel para reunirse con el periodista, Bishop sale para comprar parte del equipo necesario y hablar con Sam Mariga. Mariga se muestra reticente al principio, pero finalmente accede a guiar al grupo y contratar porteadores. Informa al piloto de que hay dos vías para llegar al monte Kenia: una más rápida y más expuesta, a través de la llanura de Thika, y otra más lenta pero más discreta, por la cordillera de Aberdare. Por el primer camino podrían ir en coche, por el segundo tendrían que atravesar espesos bosques a pie. La segunda opción convence más al piloto, pero debe consultarla con el grupo. Acuerda reunirse con Mariga y los porteadores el lunes por la mañana.

En el bar del hotel se presenta un orondo reportero escocés que se presenta como Andrew McCulligan. Lleva meses investigando los hechos relacionados con la Secta de la Lengua Sangrienta y  ha leído algunas de las noticias que relacionan a los investigadores con ella. Sabe que se trata de un asunto serio y está dispuesto a llegar hasta el fondo de él para que el mundo sepa de este horror. Por supuesto, no tiene ni idea del verdadero calibre de los horrores a los que se enfrentan los investigadores, por lo que éstos le advierten del gran peligro que corre uniéndose a ellos, pero aun así insiste en acompañarles en su viaje al monte del Viento Negro.

Bishop regresa al hotel con la parte del equipo que ha sido capaz de comprar y con las noticias de Sam Mariga -a todos les parece una idea sensata viajar por la cordillera-. Se hacen las presentaciones pertinentes y Bishop se lleva al reportero al bosque para enseñarle a disparar mientras Rivers y Rita van a intentar adquirir los cartuchos de dinamita que el dependiente del almacén se negó a venderle al piloto por carecer de licencia.

Rita hace uso de sus dotes interpretativas para tratar de convencer al tendero, pero parece que la afectación y los aspavientos propios del expresionismo alemán no son del gusto del colono, que sigue negándose a vender los explosivos. Cuando Rita se da por vencida, Rivers toma el relevo y decide abordar el asunto por la vía más directa y universal del soborno. Sin embargo, la negociación no es su fuerte, y acaba accediendo a pagar la obscena cifra de cuarenta y cinco libras (más de cuatro veces su precio) por una caja de dinamita que recogerá discretamente esa noche.

Tras regresar al hotel, vuelven a salir para comprarle una escopeta a McCulligan y cartuchos para todos. Cuando finalmente regresan al hotel esa noche, el doctor y Van Heuvelen informan al resto de que han tenido que llevar a la doctora al hospital y que le han diagnosticado malaria. Los médicos creen que vivirá, pero tiene por delante una larga recuperación, por lo que no podrá acompañarles al monte del Viento Negro.

Domingo 26 de abril de 1925

Poca actividad. Rita y Bishop aprovechan para avanzar en la lectura de los siniestros tomos que están estudiando, mientras McCulligan observa algunas de las fotografías tomadas por Rivers y el cuadro pintado por Miles Shipley, en el que se percata de la presencia de unas figuras que parecen ser los propios investigadores, incluído él mismo. El detective y el doctor guardan parte de sus fondos y pertenencias de valor en las cajas fuertes del hotel.

Lunes 27 de abril de 1925

Los investigadores parten hacia el monte por la cordillera de Aberdare junto a Sam Mariga, tres porteadores y dos mulas. La expedición avanza trabajosamente por estrechos caminos apenas visibles entre la vegetación mientras los negros les abren paso a machetazos. Por la mañana se cruzan con una numerosa piara de potamóqueros rojos a la que Mariga recomienda no molestar -"hasta los leopardos se lo piensan dos veces"-. Por la tarde, McCulligan es atacado por una mamba verde y, pese a que Bishop logra extraer el veneno tan raudamente como es posible, su organismo sufre importantes daños. Por fortuna, es un hombre vigoroso, y puede continuar con la marcha.

Bishop, que también ha estado preocupándose de que a Aquélla que No Es lo que Parece no le falten moscas y otros insectos que comer, atrapa un pequeño ratón y se lo ofrece en sacrificio a Bastet, tal y como prometió.

Martes 28 de abril de 1925

La expedición continúa su avance y se topa con monos y otras curiosas criaturas. Gracias a su buena vista, logran evitar el ataque de una víbora que parecía dispuesta a atacar a cualquiera que se acercara.
Por la noche, durante su guardia, McCulligan oye gruñidos procedentes de la oscuridad que rodea el campamento. Despierta a Bishop, y éste le manda reavivar la hoguera mientras echa un vistazo al origen del sonido: se trata de un leopardo, al parecer hambriento, que está rondando el campamento. El inglés trata de apaciguarlo con sus palabras y le arroja un trozo de carne de las provisiones del grupo, que el leopardo devora antes de volver a la espesura de la que salió.

Miércoles 29 de abril de 1925

El camino de la expedición pasa por la aldea de Ndovu, pero los investigadores deciden dar un rodeo para evitarla, y mandar a Sam Mariga y a uno de los porteadores a hablar con sus habitantes, para ver si pueden obtener información importante. Los negros vuelven diciendo que en las últimas semanas han desaparecido en la zona más de una docena de personas, y que no se ha emprendido ninguna búsqueda al dar por hecha su muerte a manos de la secta; que M'Weru a maldecido al hechicero de una aldea cercana convirtiéndolo en un idiota balbuceante, y que se han encontrado los restos macabramente mutilados de dos elefantes en un claro cercano a la aldea. Ningún predador conocido es capaz de hacer algo así.

Deciden echar un vistazo a los restos, y encuentran dos cadáveres hediondos, con horribles heridas que no se corresponden con las infligidas por ningún animal ni arma conocidos, y que supuran una sustancia viscosa de un color antinatural. Inspeccionando la zona, Rita encuentra las huellas de algo desconocido para todos y enorme, mayor que un elefante. Sea lo que sea, no quieren encontrarse con ello.

Jueves 30 de abril de 1925

A media mañana, los investigadores cruzan las Tierras Corrompidas, el lugar donde, al menos de acuerdo con la versión oficial, la Expedición Carlyle encontró su horrible final. En la zona reina un silencio sepulcral, y ni una sola hierba a crecido en la tierra calcinada en todos estos años. Está claro que esta desertización no obedece a causas naturales. Los investigadores inspeccionan la zona, pero finalmente deciden seguir con la marcha, puesto que no parece que este yermo pueda aportarles mucha información.

El grupo ha marchado a un ritmo inmejorable, y su guía les informa de que, de parar a dormir, llegarían al monte del Viento Negro a la mañana siguiente. Todo el mundo está de acuerdo en que es mejor apretar un poco el paso y llegar de madrugada, bajo el manto protector de la noche.

La expedición se interna entre la oscura y retorcida vegetación que cubre la ladera del monte. Al pasar frente a lo que parece ser un baobab algo deforme, éste cobra vida, atrapando a uno de los porteadores con lo que parecía una de sus ramas -en realidad, un tentáculo- y destrozando a una de las mulas con un golpe de otra.
El encuentro con la criatura (reconstrucción de un artista)
Los investigadores corren mientas el porteador es devorado, pero se paran para sacar sus armas y abrir fuego al comprobar que el supuesto árbol les sigue de cerca. La bengala disparada por Rivers no parece surtir ningún efecto, y las escopetas parecen dañarle menos de lo esperado. Este ser no parece hecho de materia normal. El monstruo atrapa a Rivers, McCulligan y Bishop entre sus tentáculos, pero Rita consigue esquivarlo. Mientras sus compañeros abren fuego contra los tentáculos para soltarse, el piloto, dolorosamente aplastado por la inmensa fuerza del tentáculo, abre la caja con el camaleón y lo suelta, sin muchas esperanzas.

Para sorpresa de todos, el reptil crece hasta alcanzar un tamaño mayor que el del monstruo. Éste no pierde tiempo y suelta a Bishop para atacar al reptil con sus tentáculos. El reptil, herido, responde con un coletazo que destroza a la aberración, y a continuación procede a deglutirla sin demasiado placer. Cuando ha terminado, vuelve a su tamaño original y desaparece.

Madrugada del viernes 1 de Mayo de 1925

A medida que se acercan al pico, los investigadores observan columnas de humo, apartentemente de varias hogueras cercanas a aquél. Al fin, llegan al borde de un claro desde el que pueden ver el pico y en el que se encuentra un campamento de tiendas que alberga quizá a unas cien personas. Rita avista además dos criaturas voladoras. Puede ver bien a la más próxima: es un engendro de tamaño no menor que el de un ser humano, una especie de cruce entre un insecto y un cuervo. A falta de una idea mejor, Bishop y McCulligan se ponen las túnicas que los investigadores robaron a la Hermandad del Faraón negro en Inglaterra y se acercan a investigar.

Los sectarios parecen algo sorprendidos de su presencia, aunque no en exceso. Gracias a las nociones de kikuyu de McCulligan, logran averiguar que son los primeros extranjeros en llegar, pero que aun vendrá mucha más gente, puesto que todavía faltan dos días para el ritual en el que nacerá la Semilla de Nyarlathotep. La sacerdotisa, por supuesto, está en la montaña, como siempre. El sectario les previene de los zombis.

El piloto y el periodista vuelven a buscar a sus compañeros. Los investigadores se despiden de su guía y porteadores y todos se disfrazan de sectarios egipcios. Acampan a cierta distancia de los keniatas y observan la situación a su alrededor -parece que el camino que sube desde el claro acaba en una cueva apenas visible a media altura- con preocupación mientras piensan y hacen planes. Bishop consulta el Kitab Al Azif en busca de información sobre la Semilla de Nyarlathotep. Alhazred habla de la posibilidad de que el dios oscuro fecunde a una mujer y que ésta, tras años de embarazo, cuando las estrellas estén en posición, de a luz a su hijo. La semilla, dice Alhazred, puede tomar la forma de su padre y la de su madre.

Está claro que no pueden esperar a que la semilla nazca para acabar con ella, y que cuanto más tiempo pase, más sectarios habrá en la zona, así que deciden que esta misma noche deben subir la montaña y acabar con la madre -que sin duda se trata de Hypatia Masters- y, si es posible, también con M'Weru. Sabiendo que muy probablemente algunos de ellos nunca verán un nuevo día, los investigadores agarran sus armas, su dinamita, y se disponen a ascender por la ladera.

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