martes, 15 de julio de 2014

Crónica: Capítulo 6: Shanghái. Sesión 1: El gabinete demoníaco del señor Lung

Resumen de los acontecimientos anteriores: Tras infiltrarse en el cuartel general de la Secta del Murciélago de Arena en la Ciudad de la Gran Raza y dar muerte a su líder, el Doctor Robert Huston, los supervivientes de la Expedición Jackson-Walker se dirigen a Shangái, donde esperan desbaratar definitivamente los planes de Nyarlathotep.

Personajes:
  • Owen Rivers: el detective neoyorkino es el único superviviente de la expedición original. Cubierto de heridas y cicatrices, y poseedor de unos oscuros conocimientos que le han cambiado para siempre, está decidido a detener la conspiración o morir en el intento.
  • Michael Bishop: el piloto británico ha visto maravillas y aberraciones que la psique humana no es capaz de soportar sin romperse. Atormentado por horribles sueños y visiones, sigue adelante gracias a su inquebrantable determinación.
  • Dr. Anthony Dimsdale Cowles: el antropólogo australiano al fin encontró la ciudad perdida que buscaba en el desierto australiano. Sin embargo, se dio cuenta de que ésta no era más que una pieza en un malévolo plan que amenazaba al mundo entero y que ya se había cobrado la vida de su discípulo David Dodge y de otras buenas personas. Decidió poner sus conocimientos al servicio de los hombres que trataban de detener ese plan.
  • Señorita Ewa Seaward Cowles: la hija del Doctor Cowles es una joven de armas tomar que no está dispuesta a dejar que su padre haga que lo maten en algún rincón perdido del mundo. Además, alguien tiene que pagar por la muerte de David.
  •  Mei Ling: una joven anglochina contratada por la oficina de la Agencia Continental en Shanghái para guiar a los miembros de la expedición y colaborar en su misión.
Australia, finales de Julio de 1925
Tras conseguir salir de la Ciudad de la Gran Raza, aún impactados por la pérdida del Coronel Willis, los miembros de la expedición Jackson-Walker, acompañados por el profesor Cowles y su hija, inician el trayecto de vuelta a Cuncudgerie. A pesar de los pesares, de las pérdidas sufridas y del descubrimiento de cada vez mayores horrores, un rayo de esperanza alumbra sus almas; el enemigo, o al menos sus siervos mortales, puede ser destruido, y el ocaso de la raza humana retrasado. Incluso Michael Bishop, al que los descubrimientos bajo el desierto australiano han marcado profundamente, siente que su torturada psique recuperaba algo de estabilidad.
 
Para cuando llegan hasta el convaleciente Rivers, en la mente de todos sólo queda el convencimiento de que en China esperaba un último esfuerzo, una prueba final antes de poder descansar. Incluso los Cowles, que apenas llegan a comprender lo que está en juego, se ven atrapados por el espíritu del grupo, y deciden unirse a los investigadores en el viaje que promete terminar con la amenaza de los sectarios seguidores de Nyarlathotep, al menos por un tiempo.

La única que queda atrás, cuando el vapor sale de Darwin Rumbo a Hong Kong, es Aremi Miki, la guía aborigen. En el trayecto, los veteranos ponen al día a los recién llegados, quienes constatan, no sin aprensión que el único superviviente de la expedición que partió de Nueva York, hace apenas siete meses, es el maltratado Owen Rivers. Lo que generalmente sería un viaje tranquilo y relajado se convierte en un remolino de actividad, mientras recaban toda la información acumulada sobre la actuación de la amenaza global que pueda ayudarles en China. Apenas un puñado de detalles: una caja de cerillas obsequio de un cuchitril llamado “El Tigre Tambaleante”, con dirección en Shanghái (Calle de los Farolillos, 10); una foto en la que puede verse un buque, de cuyo nombre sólo pueden adivinarse las primeras letras, rodeado de juncos; y los numerosos albaranes de envío localizados en los almacenes utilizados por las sectas a lo largo y ancho del globo terráqueo, todos con una misma dirección, también en Shanghái: Almacenes Ho Fong.

Pese a que saben que un mercenario conocido como “Nails” Nelson se encontró con Brady en un bar de Hong Kong, nunca llegaron a entrevistarse con el soldado de fortuna, e ignoran de qué bar se trataba. Por lo tanto, deciden continuar su camino y tomar el primer barco a Shanghái.

Shanghái, martes 4 de Agosto de 1925

El ajetreado puerto de Shanghái

A su llegada a Shanghái, a primera hora de la mañana, los investigadores son recibidos por Mei Ling, una empleada de la oficina local de la Agencia Continental. Rápidamente se dirigen a un hotel en el sector europeo de la ciudad, desde el que dirigirán todos sus esfuerzos; en el camino Michael Bishop se detiene a comprar un periódico local, buscando noticias que puedan ayudarles a dar con sus enemigos. Con un sexto sentido agudizado por todos los incidentes ya superados, rápidamente localiza dos trasuntos inusuales, que pueden guardar relación con la conspiración sectaria. 

Uno es un anuncio de un astrólogo local, el Señor Lung, que advierte de una alineación estelar propicia y de información sobre el futuro de los que decidan acudir a su tienda. El otro, una noticia sobre la aparición de un cuerpo mutilado, sin brazos, en el muelle del barrio chino.

Mei Ling
Con esa nueva información, el grupo decide seguir primero el rastro fresco, antes de investigar pistas que pueden llevar meses enterradas. Así, Rivers y Bishop acuden a la tienda del Señor Lung, mientras que Ewa Cowles, su padre y la intérprete china acuden a las autoridades locales en busca de información sobre los cuerpos, y de paso sobre el misterioso buque fotografiado por el difunto Jackson Elias.

Por su parte, las mujeres de la expedición y el Profesor Cowles consiguen, no sin antes pagar un rescate digno del príncipe de un pequeño reino, información sobre los asesinatos, así como sobre el buque. Los asesinatos parecen ser los últimos de una larga cadena de sucesos, que suponen la muerte de uno o dos ciudadanos chinos por mes en un espacio bastante considerable de tiempo. Todos los muertos aparecen mutilados, con los brazos cortados y sin rastro alguno de las extremidades; como en otras situaciones parecidas, las víctimas eran todas personas sin recursos, cuya desaparición no dejaba atrás familiares ni amigos que pudieran hacer preguntas. 

Por lo que respecta al barco, en la autoridad portuaria los encantos de las dos damas, y una nueva transferencia de dinero contante y sonante, consiguen despejar la incógnita. En los registros aparece un buque, el AMA OSCURA, que hace constantes viajes de corta duración desde el puerto de Shanghái. Con bandera británica, el dueño resulta ser un tal Alfred Penhurst, y está capitaneado por un francés, Jules Savoyard. Esa misma mañana había llegado a Shanghái, por lo que el pequeño grupo sale de la autoridad portuaria convencido de que es necesario actuar cuanto antes.

A media ciudad de distancia, Rivers y Bishop localizan la tienda del Señor Lung, encajonada entre edificios de aspecto de lo más corriente. Una vez dentro, descubren un espacio que resulta vagamente desconcertante, con una disposición que no obedece a ninguna regla aparente y numerosos tapices y pergaminos adornando las paredes. El Señor Lung, un chino menudo e inquieto, les saluda e invita a tomar asiento, aunque su nerviosismo es patente, y no hace sino aumentar cuando Bishop mueve una de las sillas del establecimiento, deshaciendo el desorden anterior, y junto con el detective Rivers comienza a hacer preguntas relacionadas con los asuntos que les han llevado hasta China. Pronto resulta obvio que el Señor Lung no tiene conocimiento de nada relevante, pero su nerviosismo va en aumento y comienza a hacer extrañas peticiones a los dos investigadores: primero les insta a observar un pergamino que muestra un tigre en toda su magnificencia; al negarse a mirarlo, el Señor Lung intenta hacerles entrega de una espada compuesta de una ristra de monedas antiguas atadas con un fino alambre; ante su persistente negativa, les enseña un amuleto de cobre y les intenta sobornar con un fajo de billetes de extraña manufactura. Cuando eso tampoco surte resultado, se quita una de las sandalias y la introduce en un brasero, aunque Rivers evita que el zapato se chamusque.

Entre tanto, todos escuchan a un gato callejero maullar en la ventana y rascar la puerta de la tienducha con insistencia, tratando de entrar. Los débiles intentos iniciales aumentan de intensidad paulatinamente, hasta que Bishop decide dejar entrar al animal, que tras bufar un par de veces, aparentemente asustado por los pergaminos de los tigres y los numerosos amuletos que cuelgan del techo, se acerca al señor Lung. El astrólogo apenas parece  reparar en él, toda su atención fijada en los investigadores, pero antes de que nadie pueda reaccionar, el gato sufre una transformación que deja a Bishop y Rivers paralizados, y al Señor Lung aterrorizado; donde antes había un pequeño gato siamés, ahora se encuentra una criatura mitad hombre mitad tigre. El señor Lung grita aterrorizado y exhorta a los occidentales a coger el dinero y la espada. Esquivando hábilmente las garras del demonio, el adivino recupera la zapatilla y la vuelve a meter en el brasero. Rivers dispara a la criatura sin ningún efecto aparente. Bishop, por su parte, pese a que no confía demasiado en el excéntrico señor Lung, está atado por su juramento de no dañar a los felinos, de modo que le ofrece a la criatura los extraños billetes del astrólogo. El siguiente zarpazo de la criatura es mucho más certero que los anteriores, y está a punto de arrancarle la cabeza al señor Lung, quien muere en el acto; entre tanto, la zapatilla arde y emite un acre humo, que parece envolver a la abominación, la cual busca una salida en la apretada habitación y acaba saltando por una ventana que da a un pequeño patio, y se pierde entre las apretadas casas del barrio chino antes de que puedan perseguirla. Antes de salir de la tienda del desdichado Señor Lung, Bishop recoge alguno de los billetes, marcados como pertenecientes al Banco Demoniaco, y le roba la zapatilla que le queda al pobre desgraciado. 

De vuelta en el hotel, y puesta en común la información obtenida, Ewa Cowles y Mei Ling deciden acercarse a los muelles y localizar el Ama Oscura, mientras los hombres de la expedición, más que familiares para los sectarios, permanecen escondidos. Una vez en los muelles, las dos mujeres no tardan en conseguir la localización del buque, aunque el marinero al que preguntan les avisa de la mala fama de la nave y de su tripulación, de mala reputación y que frecuentan un local de mala muerte cercano a los puertos. Al acercarse al barco, resulta patente el por qué de la mala fama de los tripulantes del barco; al menos físicamente, resultan repugnantes, con piel brillante y facciones desencajadas, como si se hubieran derretido al sol. Su comportamiento no es mejor, y las mujeres deciden alejarse antes de ser descubiertas.

Con la noche cayendo sobre la ciudad, los investigadores optan por buscar un punto desde el que poder espiar el barco y, con suerte, abordarlo durante la noche. Rápidamente localizan una casa con vistas a la nave, que alquilan por unas horas, que Bishop y Rivers utilizan en espiar a los tripulantes del Ama Oscura con sus prismáticos. La urgencia se hace patente cuando el capitán, de carácter y facciones similares a las de los tripulantes, aunque con aire europeo, hace aparición y ladra unas órdenes a sus subordinados, que comienzan los preparativos para la marcha. Sin un minuto que perder, el grupo sale en busca de un barco que les permita perseguir al Ama Oscura, y localizan uno justo a tiempo para iniciar la persecución. 

El Ama Oscura
Pronto resulta obvio, sin embargo, que el barco utilizado por la secta está impulsado por algún mecanismo ignoto, que le permite moverse más rápido de lo que un navío de su clase debería, y comienza a ganar terreno. Antes de que salga definitivamente del rango de su arma, el intrépido Bishop trata de acabar con el piloto de la nave, aunque su disparo no consigue su objetivo, y se tiene que conformar con matar a otro miembro de la tripulación. 

Derrotados, los aventureros tratan de convencer al capitán del barco que han alquilado para que les lleve hasta la Isla del Dragón Gris, pero se muestra reacio a acercarse a un lugar de tan mal agüero, cerca del cual han desaparecido numerosos barcos. Sí accede, sin embargo, a señalar la localización de la isla en un mapa, y les descubre que pueden encontrarla a apenas 450 kilómetros al Sureste de Shanghái. 

De vuelta al puerto, y dispuestos a no darse por vencidos, en un alarde vengativo se dirigen hacia el almacén de Ho Fong, para tratar de sacar algo de provecho a su primer día en China. No tardan en encontrar el edificio, de dos plantas, y con pocas ventanas, aparentemente vacío. Sin embargo, Rivers no tarda en descubrir que de unas claraboyas en el techo surge una débil luz, señal inequívoca de que alguien se encuentra en el interior. El propio Rivers es el encargado de abrir una puerta lateral, y el grupo se infiltra, sin demasiado cuidado, en el interior del edificio. Encuentran a los guardias, seis chinos de mal aspecto, entretenidos en una partida  de Mahjong, y rápidamente la situación degenera en un combate a vida o muerte, en el que las armas de fuego de los investigadores, y el despliegue de habilidades cuerpo a cuerpo de la joven Ewa Cowles, supera con facilidad a los guardianes del almacén, pese a que éstos demuestran su dominio de las artes marciales con un par de patadas voladoras más espectaculares que efectivas. El combate termina con el oportuno, aunque débil, puñetazo del Profesor Cowles, que derriba al último guardia que permanece en pie, y deja expedito el camino al grupo para investigar el infame almacén sin ser molestados.



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